"Las Filas"

Mercadona, miércoles, siete de la tarde y hora punta en la fila de caja. Un día más he caído en la trampa y he ido a comprar tan feliz. Como no quiero volver a pasar por el mismo calvario, conforme me acerco a los puestos de caja voy analizando la situación. Veo dos filas, la de la derecha es más larga, pero tiene más hombres, que como suelen ser más impacientes, igual alguno desiste en la espera. Bueno, me pondré en la de la izquierda, pero veo que hay dos carros a rebosar y en la otra no.

Cuando me quiero dar cuenta, tengo dos personas detrás. Me han integrado en la fila sin haber decidido donde ponerme. Disimulo, me lanzo a la piscina y elijo la corta, pero estadísticamente más lenta.

Cuando sólo me quedan cuatro personas para que me atiendan, me giro y veo que tengo detrás de mí hay más de seis personas, lo que reconozco que me produce una malvada satisfacción, pero que se me corta de forma radical cuando una de las cajeras dice por megafonía… “Belén, clave 80”. Ya la hemos liado, Belén aparece y abre una caja conforme pronuncia la frase mágica: “por favor, pasen por orden de fila”. El “por orden de fila” se lo podía excusar, ya que la desbandada es al estilo “tonto el último”.

Este refuerzo no me ha servido de nada, ya que sigo teniendo delante las cuatro personas y encima me acabo de dar cuenta que se me ha olvidado coger los huevos y eran para cenar. Pienso, tendré que volver a buscarlos pero perderé la fila, ya que eso de que me guarden la vez nunca me ha parecido ortodoxo. Así que me voy, recojo los huevos y regreso hacia la caja, pero ya no estoy dispuesto a retomar el agotador análisis sobre qué fila elegir y además “Belén, clave 80” ya ha desaparecido y estoy como al principio, así que abandono el carro en un rincón discreto y me voy a la calle a airear mi impaciencia. Llamo a casa y digo, cariño, hoy cenamos fuera.