"La igualdad empieza por uno mismo"

El domingo siguiente a la huelga del Día Internacional de la Mujer, estaba de tertulia tomando un café con un amigo.

El tema de conversación versaba sobre la movida de ese día. Mi interlocutor, de cincuenta años recién cumplidos, lógicamente, estaba a favor de las reivindicaciones.

Según él, en su entorno familiar, su mujer no se podía quejar ya que le ayuda en las tareas de la casa, limpiaba el polvo, ponía la mesa, compraba los productos de consumo de mayor peso y hacía la paella de los domingos.

Es más, hizo hincapié en algunas de esas tareas domésticas “y que sepas que la paella me salía cojonuda, y aunque reconozco que quitar el polvo es un coñazo, lo hago y no pasa nada”.

Yo, de forma discreta, le di a entender que esa no era una actitud de igualdad de sexos. Se medio mosqueó y me acabó diciendo que era un “tiquismiquis” y pasamos directamente a hablar del Real Zaragoza y de su lucha por eludir el humillante descenso.

Sin embargo, mi mente seguía dando vueltas a esa inconsciente mentalidad machista, y que está más extendida de lo que pensamos. Hay muchos hombres y también mujeres, que utilizan la terminología “le ayudo..., o me hace...”, en lugar de “compartimos o repartimos tareas”, y la de usar “cojonudo o coñazo” en lugar de “genial o latoso”.

Por cierto, a la hora de pagar las consumiciones, tenían en la barra del bar los suplementos “Yo Dona” y “Mujer hoy”, pertenecientes a esa misma prensa que reivindica romper barreras y estereotipos.

Insisto, la igualdad empieza por uno mismo y mientras se piense, se hable o se escriba en esta línea, no cambiaremos nada.